METALHEAD: Una película más allá del metal nórdico
- Daniela Puse
- 9 feb 2021
- 2 Min. de lectura
Por juzgar la portada de Metalhead (2013), donde se aprecia a una persona con cabello largo, traje oscuro, maquillaje clásico de músicos extremos (corpsepaint) y como cereza de pastel figura en nombre de un director nórdico (Ragnar Bragason). Inmediatamente las referencias “metaleras” o “blackmetaleras” en este caso, se activan a cualquiera que sepa un poco sobre este movimiento musical.

Aunque en la película se proyecta una atmósfera pesada, lenta y fría a lo largo de su duración, la acción principal (muerte) se desarrolla demasiado rápido, en el primer minuto de proyección; este hecho será el eje, la principal razón del actuar de los personajes. Sin embargo, el director utiliza recursos o referencias cliché de la música Black Metal (quema de iglesia) para encubrir la evolución emocional de los personajes, complaciendo al espectador que vino por la música.
En definitiva, la película explora una de las etapas más difíciles de la vida del ser humano: el dolor y el duelo a causa de la pérdida, temprana, de un ser querido; no lograr sanar estas heridas, van hundiendo lentamente en la soledad, delirio, ira y resignación a cada uno de los integrantes de la familia, aspectos que en el peor de los casos llegan a romper la armonía de una comunidad. Además, la religión juega un papel importante porque son ellos, los supuestos encargados de sanar el alma del ser humano.
En cuanto al color, el director usa una especie de filtro cálido, el cual contrasta con la atmósfera congelante de las locaciones; los planos detalles y psicológicos son los que predominan, enfatizando correctamente en la psique de los personajes.
Por el lado de la banda sonora, el director cita principalmente a Megadeth, y, en menor medida, se puede apreciar Diamond Head, Judas Priest, Lizzy Borden, Riot, Savatage y Judas Priest. Música que da mayor movimiento a las escenas de conflictos; además, el sonido de la guitarra metalera melancólica adiciona aún más los decibeles de depresión y, en contraste a todo ello, están los cánticos religiosos, los cuales nos hacen notar que ya hemos normalizado el ambiente oscuro de la película.
A pesar de todo, el director juega muy bien sus cartas, mostrando la historia de la formación de una banda de música extrema en un pueblo nórdico, frío y alejado. Y por otro lado, nos muestra la historia de una familia psicológicamente inundada de dolor a causa de perder al hijo primario.
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