¿Me hablas a mí?: Taxi Driver o la locura del antihéroe
- luis felipe rodriguez jimenez
- 15 dic 2020
- 3 Min. de lectura
Por Andrea Díaz
“¿Me hablas a mí?”
Taxi driver fue el resultado del trabajo de mentes con particular talento desde cualquier punto de vista. Escrita por un depresivo, dirigida por un genio y protagonizada por un talentoso. Esos tres pilares dieron como resultado una extraordinaria película.
Paul Schrader, guionista de esta historia, pasaba por situaciones sentimentales difíciles, lo cual lo llevó a vagabundear por las calles de Los Ángeles. Se dedicó a beber, apenas probaba alimento y pasaba sus días sin rumbo fijo, hasta que fue a parar al hospital por el estilo de vida desordenado que estaba llevando. Ese duro proceso le permitió conocer la soledad urbana, y esto fue el catalizador de su historia.
Por su parte, Scorsese eligió como protagonista a Robert De Niro quien, poco tiempo antes, había ganado el Oscar a mejor actor de reparto por ‘El padrino, parte II’ (1974).

Taxi Driver cuenta la historia de un excombatiente de Vietnam, que se encuentra perturbado, y con un gran vacío existencial. Travis Bickle (Robert De Niro) es un hombre sumido y encerrado en su soledad, quien camina sin rumbo. Cuando acepta un empleo como taxista, encuentra algo en qué ocuparse, algo que le da identidad y sentido a su vida. Así, el taxi se convierte en símbolo de su soledad y acrecienta su perturbación mental. Travis Bickle se transforma en una bomba de tiempo emocional que recorre New York, siendo testigo de la miseria de sus ciudadanos, de sus vicios y de sus víctimas.
En este escenario, Scorsese se luce. Nos muestra este ambiente dándonos cátedra de movimientos de cámara, encuadres y planos, enriqueciendo así la película y dándole su sello personal. El director aplica violencia y crudeza; por ejemplo, en el tiroteo final, el cual es, sin duda, un antecedente del mejor Tarantino.
En aquel clímax, somos testigos de la trasformación de Travis de antihéroe a héroe, ya que parece perder la vida. Eso se subraya con el plano cenital al final de la escena. En lo personal, me preguntaba si ese sería el fin de su historia, si terminaría por desangrarse y morir.

Pero Travis no podía morir. No se lo merecía. En la siguiente escena se le muestra vivo, conversando con sus amigos taxistas, pero con cicatrices que simbolizan la fuerza de su personalidad, su locura, su soledad y también su afán de supervivencia. Él sigue en su mismo trabajo, aquel que se volvió parte de su soledad y que lo impulsó a su deseo de “limpiar” las calles de New York
Sin embargo, el desarrollo del protagonista no hubiera sido el mismo sin mujeres. Esto, por un lado, permite mostrar su inexperiencia en el amor, su poco tino y sus desaciertos. Los rechazos femeninos parecen sumergirlo en sus resentimientos, pero sucede algo más: despiertan en él su deseo de proteger a alguien y hacer algo bueno. Así encuentra sus dos únicas razones para continuar su azarosa existencia: la bella colaboradora de campañas políticas Betsy (Cybille Shephard), y la prostituta infantil Iris (Jodie Foster), dos mujeres por las que el enigmático taxista inicia su anhelada obra redentora que, fiel a su estilo, implican el uso de la fuerza. Esta acción, paradójicamente, hace que la misma sociedad que él condena, lo convierta en héroe.
Finalmente, Taxi Driver muestra el rechazo de la sociedad hacia un hombre que intenta reinsertarse en ella. Un hombre que no puede hacerlo porque no entiende sus códigos. Por ello, trata de “limpiarla” pues es su forma de solidarizarse con el bien común. Esto lo lleva a una situación catártica que lo convierte en un héroe.
La película no ganó el Oscar en su año, aunque creo que ni siquiera tenía competencia. Es inigualable y auténtica.
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